lunes, 30 de junio de 2008

NEÓN O LA GENERACIÓN DEL NUEVO SIGLO

Neón o la Generación del Nuevo Siglo: Reinvención de la tradición y recreación de la postmodernidad / Leo Zelada y Héctor Ñaupari




Hablar sobre la poesía peruana es evocar y establecerse fervorosamente en una de las tradiciones poéticas más importantes de América Latina. Desde Martín Adán hasta Antonio Cisneros, desde César Vallejo hasta José Watanabe, desde José María Eguren hasta Enrique Verástegui - algunos de sus más conspicuos representantes - la poesía peruana ha sido y es rica, profunda y singular en el concierto poético americano: una sinfonía de espléndida belleza, que si alguna característica común ha tenido, en la diversidad de sus temas y técnicas, ha sido siempre la de superar sus fronteras, aspirar a ser universal.

La historia poética del Perú en el siglo XX ha sido una sucesión permanente, casi obsesiva, de alcanzar las propuestas estéticas más renovadoras. La primera de ellas - a inicios del pasado siglo - fue la experiencia iconoclasta del grupo Colónida. A primera vista diletante, mas si es mirado con profundidad de un gran contenido, por su plasticidad y rigurosidad, el movimiento creado por la inspiración de Abraham Valdelomar sería determinante para el proceso de consolidación de una tradición poética moderna en el Perú, ya que sus postulados y manifestaciones artísticas influirían en la posterior obra de los fundadores de la poesía contemporánea en el Perú: César Vallejo, José María Eguren y Martín Adán.

Hacia la primera mitad del siglo XX aparecen poetas con novedosas propuestas personales, como Emilio Adolfo Westphalen, Carlos Oquendo de Amat, César Moro, Carlos Germán Belli, entre otros, que fueron influenciados decisivamente por las corrientes de la vanguardia europea, en especial la del surrealismo. A ellos siguieron Blanca Varela, Javier Sologuren y, sobre todo, la portentosa y singular obra de Jorge Eduardo Eielson, artista múltiple y en permanente evolución y búsqueda.

Luego, a partir de los años cincuenta, tanto críticos como creadores han aceptado - a su pesar y con reticencias - involucrarse metodológicamente en "generaciones", que cada diez años pretendían renovar la sinfonía del parnaso peruano con una nueva pléyade de jóvenes poetas. En realidad, más allá de una simple relación cronológica de publicación o de edad, estas "promociones poéticas" no representaban en su mayoría una verdadera "generación", definiendo a ésta como portadora de un cambio de espíritu civilizatorio, que en la forma y el fondo rompiera con los cánones estéticos de su entorno. Por supuesto, hubo importantes y destacadas excepciones.

En ese orden de ideas, en los años sesenta es distinguible la obra de Antonio Cisneros. Cisneros, influido por la poesía inglesa, renovó la estructura y el contenido del poema al introducir elementos de su tiempo, y el baremo de la coloquialidad: sus poemas hierven de vitalidad e ironía, algo nunca antes visto en la literatura peruana, y cuya influencia se deja sentir hasta el día de hoy. Destaca también, como contrapuesta, la bella poesía hermética de Juan Ojeda. En los setenta un esfuerzo creativo notable es el de José Watanabe y Enrique Verástegui, así como la aparición del movimiento literario Hora Zero. Verástegui toma de la generación beat norteamericana su estilo coloquial - narrativo, sublimándolo líricamente a su original y contundente propuesta de poética integral, motivada por la ética del erotismo y el enfrentamiento con la urbe. Watanabe, lírico a la vez que riguroso, hace de sus poemas - siguiendo la tradición japonesa del haiku - un trabajo de orfebrería fina, perfecta y minuciosa, a la vez que profunda y meridiana.

Así llegamos a la generación poética de los noventa. Década terminal, que observa con asombro la desaparición de regímenes que, si bien encarnaron una esperanza igualitaria, acabaron consumidos por el despotismo, la corrupción y la desaparición de la libertad. También asume con interés la influencia de la tecnología en las comunicaciones, que hace del mundo una comunidad cercana y cognoscible por vez primera en la historia de la humanidad. Década de desencanto, de reacomodos y conversiones, pero sobre todo de advenimientos: el de la post - modernidad, de la aldea global, de la sociedad democrática como medida de civilización. Mientras esto ocurría en el mundo, en cambio, en el Perú, la década de los noventa es la de una crisis permanente, con una población atenazada por el cólera, el terrorismo, la inflación y la recesión - que llevaron a cotas inimaginables el siempre desesperado afán de subsistencia de los peruanos - y que por estas razones sucumbirá a la vieja tradición autoritaria del "salvador de la patria", cuyas nefastas intenciones en un primer momento la sociedad entera no supo distinguir, y por ello padeció sus consecuencias a lo largo de la década. También fue la década de la aparición de un nuevo actor social, autónomo frente a las ideologías y de obligatoria trascendencia en el panorama político - social del Perú contemporáneo: la juventud.

De este modo, los poetas del grupo Neón escriben motivados por el deseo de refundar la poesía peruana, sacarla del marasmo en la cual había caído en los últimos años, y hacerse un nombre propio, formando parte de una nueva generación, la de los noventa. Este propósito fue explícito desde su primer recital fundacional, el 5 de diciembre de 1990, en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, y en las decenas de recitales que siguieron a continuación. En todos ellos quedó patente la propuesta del grupo, que consistió, en primer término, en un retorno a la visión dionisíaca - pero formalmente lúcida - de la poesía, lo cual es tributaria de una directa influencia de los poétes maudites franceses. A su vez, se reconoce una extraña mezcla de vitalismo sensorial y reflexión sobre el entorno urbano, cuya estela se reconoce en el romanticismo alemán del siglo XVIII. En segundo lugar, podemos advertir un aporte esencial del grupo Neón en la reivindicación de la postmodernidad estética y la búsqueda de la integración de las artes en una totalidad: poesía, vídeo, música, y pintura, lo cual se observó en muchos de los recitales y happenings ofrecidos por Neón durante la década de los noventa.

En efecto, desde 1990 hasta 1995 Neón llevó a cabo recitales de poesía masivos y en prácticamente todas las universidades y centros culturales de Lima en esos años. En 1995 ocurrió la diáspora internacional de la mayoría de sus integrantes, luego del fallecimiento trágico de 2 de sus miembros: Carlos Oliva y Juan Vega. En 1997 comienza la segunda etapa del grupo, que tuvo especial énfasis en buscar una propuesta intercultural híbrida bajo el lema "Pasar de la generación X a la nueva civilización planetaria". Al mismo tiempo, se logró devolver a la poesía al espacio público, cuando se organizaron exitosamente festivales culturales masivos -con la asistencia de miles de personas - en eventos contra la dictadura y por el restablecimiento de la democracia en el Perú.

Así las cosas, los jóvenes poetas del grupo Neón, que integran la generación poética de los noventa, mantuvieron la autonomía de su expresión artística y sus propuestas estéticas con respecto a su compromiso con las libertades y la democracia, que asumieron muchos de sus integrantes, así como también mantuvieron plenamente sus propuestas líricas personales. Agreguemos que la poesía ha sido y es para ellos el principal medio de expresar esos sentimientos, sus anhelos más íntimos, desesperanzas y contradicciones. Ello quedó patente en las resplandecientes imágenes y las referencias a diversos mitos - tanto andinos como occidentales - de los textos antologados, y que juntos conforman, sin proponérselo racionalmente, un tercer aporte que denominamos la "poética del desgarramiento".

En ese proceso asumen creativamente todas las propuestas literarias anteriores y las hacen confluir en sus textos. Este cuarto aporte, que constituye la reinvención de la modernidad literaria nacional y la recreación de la post - modernidad occidental, es la integración o concurrencia de las formas, contenidos, estructuras y temas que durante todo el siglo XX movieron el péndulo de la literatura nacional. Es decir, el grupo Neón toma todos los planteamientos estéticos de la modernidad que antes mencionamos para adquirir una voz propia. Consideramos que, con este "lirismo integrador", el grupo Neón se aleja de búsquedas totalizantes como las de la nación, la identidad o la estética pura, desarrollando un proceso de florecimiento de la poesía, comparable, por su extensión, a los grandes movimientos literarios europeos del siglo XIX, o al movimiento beat de la mitad del siglo XX en Norteamérica. Gracias a la reacción en cadena que se originó de los recitales con amplias convocatorias en las universidades públicas y privadas del país, miles de jóvenes, a través del territorio nacional, reinsertaron durante esta década a la poesía en la esfera pública, que es el espacio horizontal de la sociedad civil. Más allá de la utilización instrumental de las ideologías en el pasado, esta quinta propuesta, denominada "cultura viva", es una característica nueva y esencial en el proceso literario peruano.

Apresurémonos a indicar que esta confluencia de las manifestaciones literarias de la modernidad que es propio de la generación poética de los noventa no es un simple trasvase: los jóvenes del grupo Neón se alejan, bien por desencanto o por rechazo, del insulso debate de "poesía pura o poesía social" que a partir de los años cincuenta fue utilizado por los marxismos nacionales para promover la revolución a través de las artes. De este modo, un sexto - y último aporte - del grupo Neón es la "despolitización de la literatura", la misma que se ha convertido en una característica angular de la generación literaria de la década final del siglo XX en el Perú, y en una "marca de nacimiento" de muchos de los novísimos poetas posteriores a la década de los noventa.

La antología que ahora presentamos representa a una generación de poetas que han sobrevivido a una década difícil en el Perú y cuya épica persistencia en una vocación permanentemente a contracorriente se aparece ante todos como una apuesta contundente por la vida. No obstante hay que reconocer que algunos de los integrantes del grupo Neón, corrieron una suerte distinta. Hablamos de vates a los que les tocó soportar el cólera, el sida, la corrupción, el desastre económico, una satrapía salvaje, la desintegración de la moral y la dignidad de la mayoría de nuestros connacionales, así como a la indiferencia de todos los sectores sociales a su quehacer. Ello quizás fue lo que les llevó a encontrar la muerte en las calles, a merced de los automóviles y de la noche.

Hemos visto, así, a las mejores mentes de nuestra generación, arrastrarse histéricas desnudas, como en el poema de Allen Ginsberg que sirve de marco a esta introducción: Carlos Oliva y Juan Vega forman parte de esa metáfora profética - y contundentemente dolorosa a la vez - del poeta beat americano. Precisamente, el título de esta antología, Poemas sin Límite de Velocidad se inspira en el título que a uno de sus mejores poemas dio Carlos Oliva, inspirado artista del grupo Neón, atropellado por un vehículo de transporte público hace algunos años.

No quisiéramos culminar esta introducción sin señalar que los compiladores somos testigos y participantes de esta generación, y que, a esta selección que ahora presentamos, el tiempo, a decir de Borges, dará la madurez y solidez que de ella la lengua y la literatura castellana esperan.