sábado, 21 de junio de 2008

EL TRANSCURSO AL ARCO IRIS: LA UTOPÍA DEL DISCURSO

El transcurso al arco iris: La utopía del discurso / Yuri Gutiérrez Gavonal




La extensión del pensamiento ha creado sus límites a partir de la comunicación del sujeto vaciado de objetos al objeto sujetado, siempre envuelto, escondido como hecho en aquella relación de opuestos que supone el lenguaje. En este Salón mismo, aquí, donde nos encontramos significativamente unidos por la comunión de un mismo silencio y una misma voz que lo busca representar, lo que más se acerca al pensamiento no son, curiosamente, las estructuras lingüísticas enunciadas sino la reacción y respuesta al estímulo acústico, a la tesitura fonética del discurso, sus tonos, texturas y contexturas por cuanto son la única expresión sincrónica al movimiento del pensamiento, o de al menos uno, el mío, no realizado en este momento pero, se los prometo, escrito en un mismo momento, sin erratas ni correcciones. Este texto busca descubrir, acaso, en su expansión el vértigo de un horizonte imposible de atravesar si no se le invocara en el último instante del presente Tengo las sensaciones, estoy en el estadio previo. Por momentos me paralizo ante una revelación incomprensible, vacía para mi fealdad incapaz de comprender tanta belleza imprevista. La proposición es simple: no comprometer a un sólo receptor, no construir un modelo, ni idearlo, si no algo más sencillamente tratar de recordarle, hacerle una expresión, entender que el mensaje también se puede extender hacia receptores sucesivos en un desplazamiento no discreto de su destino sino continuo. Así es como el lenguaje vuelve a ser habla, el lenguaje que se acerca buscando alimento para su memoria. Y así es como el mensaje recupera su status significativo, hecho de algún prag-mágico modo posible sólo en el presente, ya que el entrenamiento para hacerlo es su ejecución misma. El pensamiento por esto es más animal que la mente, requiere un animismo, pero esto es solo una representación claro esta, el pensamiento y la mente son solo un rito simbólico: el pensamiento somos todos nosotros, la mente, el presente. Ese es el ritmo que sucede como una onda continua. La realidad es la espesura de estas cadenas y nudocidades. Observemos cualquier objeto de los que nos rodea, los límites en las capaz y texturas que lo definen, observemos su arbitrariedad al hecho mismo de nuestro pensamiento, ya una cosificación, y al hecho mismo de nuestra presencia. ¿Pero podemos sentir esa distancia? ¿Alguien acá la siente?

¿Qué tan lejos podemos vernos?

Si creemos infinita la distancia hacia cualquier verdad cuanta más podemos imaginar hacia nuestra propia presencia.

Estoy escribiendo, eso es lo que estoy escribiendo, pero esto es falso, debería decir estoy leyendo, eso es lo que estoy leyendo... y así, al escalar hacia la concatenación de la idea que escribo y que leo al mismo tiempo.

Hasta el lenguaje que precariamente uso en este instante; el espejismo, es falso por que es todo lo que veo. El resto sería una especie de viaje hologénico hacia el logo-jeto opuesto al paisaje o ambiente pero no a las estrellas, el horizonte imperturbado o a los colores del arco iris. No se ha llegado aún a una teoría del Arco Iris. ¿Alguno de ustedes ha seguido alguna vez a un Arco Iris?. Yo sí.

Las utopías describen un recorrido similar: el campo abriéndose a la historia, la primera señal de feedback óptico capaz de ser memorizada: los colores. Pero esos colores en sus formas más simples eran paisajes y acuarelas, toda una iconografía plástica, mitología de leyendas heroicas animistas. Entonces la retórica de esta ascensión visual se vio capaz de fundar un ideal, una constante, en aquellas manchas luminosas de huidiza belleza trágica.

¿Qué vemos ahora en el mundo?

¿Cómo volveremos a casa?

¿Qué sentido tiene todo lo que se ha hecho o dicho?

Una vez más el Arco Iris se libera de nosotros y triunfa...