domingo, 22 de junio de 2008

LO MUNDANO Y LA POIESIS DESDE LA SUBJETIVIDAD COLECTIVA DEL YO

Lo mundano y la poiesis desde la subjetividad colectiva del yo (desde o hacia la poesía de los 90) / Alberto Valdivia Baselli





Lo mundano es un referente innegable de lo humano. Las referencias cotidianas se ciñen siempre a cadenas que van desde necesidades banales hasta nuestras más altas jerarquías de valores. Así como el más trillado acto en el ejercicio del deseo estará siempre inmiscuido en el entramado mayor y complejo del Deseo humano, nuestros actos menos "heroicos" están siempre manchados de humanidad, de muerte y confrontación con el destino: de aquello que nos condiciona a la inclusión humana y nos excluye de jerarquías.

El sujeto pareciera, frente a la cotidianidad, perderse en un colectivo devorado por lo común. La identidad, en este estanco, pareciera imposible, una utopía negada. Sin embargo, es justamente en la poesía donde el sujeto, aun cuando se exima de voz y tiente un rostro advenedizo u oculto, la voz que pronuncia y construye lenguaje es siempre un yo, siempre el sujeto, como continente y contenido, que se celebra.

La poesía, como celebración del sujeto, reafirma al unísono lo personal (identidad) y lo colectivo (lo mundano) en un solo registro heterogéneo y yuxtapuesto, subordinado al orden y la autoconstrucción del sujeto poético, creación, asimismo, de lo individual y lo colectivo.

Dudo mucho que al hablar de poesía podamos referirnos al sujeto como un derrotado por lo colectivo. Es cierto, existe una tensión polarizada, sin embargo la poesía permite que esta tensión sea puesta en perspectiva e, inclusive en las poéticas más coloquiales, sea abolida.

El poema es el culpable del hombre colectivo cuanto introspectivo. El hombre que se mira desde el poema es el mismo ojo actuando igual que muchos, pero nunca el mismo hombre. La lectura intertextual se consagra al sujeto y requiere de él para existir, requiere del lector y del autor para construirse. Objeto y sujeto, si no son uno, son, por lo menos, unidades del mismo escenario que comparten la unidad del instante.

En la poesía peruana finisecular los poetas hemos emprendido el caos de la búsqueda de la identidad; inclusive, de la identidad bajo la identidad, puesto que podemos observar en poéticas recientes una heterodoxia singular y una diversificación de registros poéticos difícilmente comparable con otras épocas.

Hay una búsqueda del yo, un requerimiento de afirmación. En esa constante, el sujeto no podrá desembarazarse de su objeto que, en este caso, es él mismo.

Es cierto que los referentes culturales y cotidianos emergen dentro de la poesía de los 90 con cierta asiduidad y que significan siempre una distancia del clásico poeta lírico, o su variante más enajenada, el hermético. Sin embargo, esta apertura no pretende masificarse o identificarse con la masa exclusivamente. Y aunque lo pretendiese, la voz poética es demasiado presencial; no puede mantenerse desasida de identidad: la palabra personifica cualquier referente humano colectivo, como el cuerpo encierra en el hombre todo lo que mundanamente podría desvirtuarlo como individuo.

De esta manera, el segundo tema a tratar, “el Ego y la subjetividad en crisis”, se hace más fácil de abordar: el yo dentro de estos condicionamientos no es más discutible y lo subjetivo no puede ser negado, aunque sí analizado. El objetivismo en la poesía ha sido siempre (como cualquier estilo) antes que un logro, una actitud. El poeta pretende, escogiendo herramientas específicas para determinado fin, un logro estético y expresivo (dentro de su noción de estética y expresividad): esta es la actitud. El logro no es medible. El objetivo no es verificable. Si bien es cierto, muchos lectores podremos estar de acuerdo con el autor en la definición de su estilo, no muchos estaremos de acuerdo al tentar definir el acto intertextual de la lectura. La acción, la experiencia del poema no será repetida en otro individuo; inclusive, no será repetida. La confrontación con el poema es exclusiva y excluyente, por lo tanto, lo subjetivo se consagra a la reedición del yo poético en cada nueva lectura, en cada nuevo lector, en cada nueva lectura de cada lector.

¿La objetividad es una ilusión, entonces? En poesía existen pocas trazas de objetividad, pero estas pocas referencias objetivas producen la base del poema: la estructura lingüística, los códigos simbólicos y la noción del estilo. Podríamos decir que, en poesía, lo objetivo es base de la subjetividad.

Lo imaginario se incluye en la poesía como un referente simbólico, siempre. Casi siempre decodificable. Entonces, podemos afirmar que lo imaginario en poesía, nunca lo es. La imaginación, por otro lado, es un recurso poético que está intrínsecamente ligado a los símbolos del poema, incluso cuando no es éste simbolista. Imaginar implica creer en lo imaginado, creer en lo creado. Esta fe en el poema es la acción que permite el ejercicio poético, tanto lector cuanto escritural. Lo imaginario no existe en el poema, puesto que todo lo que nos dice la poesía, en su primera y última lectura, es real. La realidad, en este sistema de referencias, es siempre la constante válida y la pretendida jerarquización de lo imaginario simplemente un referente para comprender sistemas de símbolos.

El objeto "real", cogido de la "realidad" e inserto en el poema ya no es más esa realidad de su referente externo, pasa a ser lo imaginario en el poema, que en el acto poético se transforma en realidad total.

Podemos concluir que el objeto poético es siempre autónomo en la poesía, puesto que obedece a una realidad con reglas propias, que usa la "realidad objetiva" sólo de una manera referencial.

La poesía desarrollada en los 90, regresando a la característica ya notada de búsqueda de la identidad, ni en sus pretensiones más objetivistas y/o exterioristas ha logrado romper con esta idea de lo "imaginario real" o la "realidad constante en el poema" que planteo. Inclusive en la poética coloquial y en "la poesía de la calle", con referentes cronicales y urbanos, los referentes objetivos son siempre códigos ordenados y transfigurados por el yo poético, por su subjetividad. La mejor y más enriquecida forma de venganza que hemos encontrado contra la realidad y contra lo cotidiano, que nos vincula, pero pretende masificarnos, aunque sin éxito.

Recordemos para finalizar, el poema de Eielson "Cuerpo multiplicado", en Oscura noche del cuerpo, en el que en un escenario masificado de un cine el autor niega la posibilidad de la masificación real en medio de referentes comunes, puesto que la soledad intrínseca del hombre lo individualiza (la palabra "solo" del penúltimo verso implica soledad y la segunda, tildada, implica individualidad), aun cuando todos compartan esta característica y sea un elemento más de la colectivización:




Y si fumo un cigarrillo
El humo llega a las estrellas
La misma película en colores
En la misma sala oscura
Me reúne y me separa de todos
Soy uno solo como todos y como todos
Soy uno sólo.
(228)






Bibliografía Esencial


BACHELARD, Gaston. La poética de la ensoñación. Trad. Ida Vitale. México: Fondo de Cultura Económica, 2000.


ECO, Umberto. Semiótica y filosofía del lenguaje. Barcelona: Lumen, 2000.
___________ Tratado de semiótica general. Barcelona: Lumen, 2000.


EIELSON, Jorge Eduardo. Poesía escrita. Santa Fe de Bogotá: Norma, 1998.


HABERMAS, Jürgen. Teoría de la acción comunicativa. 2 tomos. Trad. Manuel Jiménez Redondo. Madrid: Taurus, 2001



KRIEGER, Murray. Theory of criticism. A Tradition and Its System. Baltimore: The Johns Hopkins University Press, 1976.


REYES, Alfonso. La experiencia literaria. Buenos Aires: Losada, 1942.