lunes, 30 de junio de 2008

LA COMUNICACIÓN EN EL ARTE: DESPLAZAMIENTO DEL SENTIDO

La comunicación en el arte: desplazamiento del sentido / Roberto Sánchez Piérola



1.

*
Los signos y sus códigos sistematizan el mundo para poder comunicarlo. Códigos como el lenguaje cotidiano, la perspectiva en la pintura, las imágenes en movimiento del cine, etc., nos permiten transmitir información de un modo inmediatamente descifrable por los receptores. Esta sistematización aparece como un modo de conocer el mundo que se vuelve convencional al punto que se puede discutir si existe conocimiento que no sea comunicable, es decir, que no se pueda traducir en signos. Pero cuando queremos comunicar nuestro mundo interior o compartir nuestras vivencias personales o nuestro particular modo de ver la vida en determinadas situaciones tenemos que recurrir a signos convencionalizados que no logran captar las infinitas posibilidades de la experiencia individual. Es allí que interviene el arte - como un modo de comunicar aquello que no se puede comunicar de una manera convencional. Nos presenta una sistematización de signos no convencional, con un código abierto y particular para cada cada obra. La mirada del arte se acerca al mundo como algo cambiante, nunca estático. El artista se enfrenta a lo real, que es pre-sígnico, continuo, no fijo, no convencional, y trata de comunicar sus percepciones sin tener que recurrir a los códigos convencionales, porque ellos no le permiten transmitir la riqueza y complejidad de la experiencia "cruda". El arte abre posibilidades a las experiencias no convencionalizadas por los signos de los lenguajes comunes, y que por lo tanto aún están libres de las restricciones propias de los códigos. El artista busca el mejor modo de comunicar ideas, sensaciones o experiencias recurriendo a formas adecuadas para ello.

*
Si entendemos semiotización como el proceso por el cual algo se vuelve signo para alguien, y semantización como el proceso de dar significado a ese signo, entonces el artista semiotiza (hace que las cosas signifiquen) pero no semantiza (no les da un significado fijo). Problematiza la idea de signo, pues su modo de funcionamiento (el simple hecho de que una cosa esté en vez de otra cosa) adquiere un uso particular, lúdico (en tanto que ahora puede ser descifrado desde distintas perspectivas). La dialéctica presencia-ausencia que funda el signo descubre sus posibilidades de acercamiento al mundo más allá de su capacidad comunicativa convencional. La creación de la obra de arte aparece pues como el complejo proceso de codificación de los signos, de invención de un código que permita al lector darles significado desde su propia experiencia.

*
El significado que un signo adquiere en un momento, no necesariamente se mantendrá inconmovible, sino que será continuamente reelaborado, redefinido. La continua resemantización de los signos los hace incomunicables en su riqueza, y por lo tanto el acto de recepción de una obra de arte será siempre un acto único e irrepetible.

*
El artista parte de lo real para crear signos cuya significación queda abierta para permitir la participación del receptor. Por lo tanto la comunicación artística no es dictatorial, del modo "yo digo esto y quiero que me entiendas tal cual", sino interactiva, del modo "yo propongo esto y relaciónate con ello de la manera que mejor puedas". Si se logra establecer un vínculo, la interacción se da, ya sea en tanto comunicación o contracomunicación. Lo que busca el arte es el contacto, la interacción. El tipo de comunicación que se da en el arte puede ser entendido mejor como inter-acción, como actuar-con-el-otro, respetando su diferencia, es más: asumiéndola desde un prinicpio. El artista propone una obra de tal modo que tenga un efecto en los receptores, así interactúa con su público y las interpretaciones que éste le dé a su obra serán el fruto de un proceso en el que tanto el emisor como el receptor hayan puesto de su parte, no será un proceso de una sola vía.

*
El autor ayuda al lector a crear, le da el estímulo para conectarse consigo mismo a partir de la obra de arte. La obra de arte es un estímulo para que el receptor recree una experiencia pero a partir de su propia realidad. Cuando Medea mata a sus hijos nosotros nos sentimos conmovidos no por Medea (un personaje de ficción al fin y al cabo) sino por la idea de que eso nos pueda pasar a nosotros, o por todos los "hijos" que hemos "matado" en algún momento ya sea por celos, orgullo o capricho.

*
El signo de arte establece una comunicación interpersonal en el sentido de que lo que puede significar un signo de arte para una persona no necesariamente significa lo mismo para otra, pues sus experiencias de vida son distintas. El arte está en lograr crear una red de relaciones que permita juegos en que el lector irá llenando la obra de significados. Desde la capilla sixtina y las esculturas griegas hasta la pintura cubista y la poesía vanguardista el arte siempre estará proponiendo el juego de las interpretaciones y se mantendrá abierto a muchas de ellas. Su vigencia está en su capacidad de seguir estimulando a los receptores a participar del juego.

*
La disolución del mundo al pasar por la percepción del artista problematiza la realidad y se abren las distintas posibilidades de semantización del mundo. El arte semiotiza lo real manteniendo abiertas las posibilidades interpretativas de los signos que crea. El texto artístico no delimita significados ni resuelve nada, sino que abre posibilidades y plantea problemas. No hay Bien ni Mal, sino una mirada que trata de acercarse al mundo para conocerlo de otra manera, no para juzgarlo. La escritura se vuelve arte desde que pierde su pretensión de univocidad, potenciando la ambigüedad o apertura de la palabra.

*
El signo funcionará como tal mientras sea capaz de referirse a algo, en algún aspecto, para alguien, más allá de si esa capacidad está fundada en una convención o no. El signo de arte exige la activa participación del receptor en su captación porque no está fundado en una convención. Es más: surge porque la convención no le permite expresarse. Lo que dice es lo que dice de esa manera y de ninguna otra. En el arte (y por lo tanto en la literatura) los marcos que permiten darle significado a los signos no parten de una convención compartida por toda una comunidad lingüística sino que las obras proponen justamente violentar ciertas convenciones y crear con el lector marcos adecuados para ser interpretados. Si bien en la comunicación cotidiana la semantización está convencionalizada por ciertas reglas de uso del lenguaje en determinadas circunstancias, en la literatura la semantización queda primordialmente entre el lector y el texto escrito, tomando en cuenta factores intertextuales (código y reglas propuestos al interior de la obra), extratextuales (código y reglas propuestos al exterior de la obra y en los cuales se inserta, como el idioma o la ubicación espacio-temporal) e intertextuales (código y reglas propuestos por otros textos). Se establece una convención por la cual la comunicación requiere la reelaboración (abductiva), por parte del lector, de un contexto que permita su interpretación. El signo se usa de un modo diferente, y la brecha entre semiotización y semantización se vuelve más grande y menos inmediata en los procesos artísticos. El artista aparece como un motivador de significación, y la obra en tanto semiotización cede importancia ante el acto interpretativo del receptor semantizador. En ese sentido, lo primordial del texto artístico literario no serán tanto sus características ilocutivas (la intención expresada en un hacer), que se mantendrán en un hacer eminentemente semiotizador, sino sus características en tanto acto perlocutivo, es decir, su uso por el lector de acuerdo a la regla que le permite semantizar el texto de un modo diferente a como lo haría con una conversación cotidiana. El texto literario permite distintas semantizaciones no sólo por distintas personas sino también por una misma persona en diferentes momentos. Sus reglas de uso lo permiten, porque en tanto signo, su función interpretante trabaja con menor inmediatez y automatismo la brecha entre la semiotización que produce el signo y la semantización que le da significado, que como lo haría la función interpretante con un signo inserto en otro sistema de reglas comunicativas. La distancia entre el signo y el significado que el intérprete le dará es mayor en el arte que en otros sistemas comunicativos.

*
Cada texto de arte debe por lo tanto propiciar una comprensión de su marco comunicativo en tanto que está usando los signos de manera diferente de la convencional. El receptor debe acercarse al juego que el texto le propone. Cada texto tiene reglas particulares que regulan el tipo de comunicación que pretende establecer. Y estas reglas están implícitas en el signo mismo, se construyen internamente. Para ser inteligible el signo de arte debe tener su diccionario incorporado en sí mismo.

*
La posibilidad de interpretar un acto de habla depende del reconocimiento de una intención en el hablante, lo cual "es mucho más que reconocer el significado de sus palabras. La comunicación parte de un acuerdo previo de los hablantes, de una lógica de la conversación que permite pasar del significado de las palabras al significado de los hablantes. Pero en la literatura esto no se puede dar si no hay un marco comunicativo y un sistema de regulación de la comunicación (SRC), debido a su carácter diferido: no hay acuerdo previo de los hablantes, sino sólo en el sentido de que está inserto en el marco del arte, lo cual marca una diferencia en el modo como deben recibirse los textos. El discurso artístico ha sido muchas veces considerado como un discurso no cooperativo, que requiere de intérpretes especializados para acceder a la comunicación que establecen los textos. Este mito no se sostiene desde el momento en que tomamos en cuenta que el juego del arte es inventar nuevos juegos cada vez. La institución contempla la posibilidad de ser modificada, y en efecto lo es constantemente. Son los textos que rompen con el canon los que son incorporados a él como literarios. Un texto es incorporado al canon cuando presenta una manera particular de crear su propia realidad. Para lograr comunicar algo de manera artística es preciso inventar una nueva forma de comunicar. Hacer arte es investigar la forma, buscar el modo de dar vida a un texto (a un conjunto de signos) de un modo único e irrepetible que tenga el poder de despertar y ampliar el espíritu y la imaginación del público en un determinado contexto. El modo de representación debe ser nuevo con cada obra, debe proponer nuevas direcciones y cuestionar el modo ya establecido de representación. Como lo real no se puede aprehender de un único modo, el arte justamente lo que busca es proponer modos alternativos, liberarnos de nuestras percepciones fosilizadas. Un arte que vaya en busca de sus propios códigos. El arte busca establecer un entendimiento entre el emisor y el receptor de modo que ambos puedan compartir ese momento mágico de comunicación. Pero esa comunicación debe ser auténtica, no una copia de modos de comunicación anteriores o convencionales.

*
Cada texto literario forma su propia referencia al hacer irrelevante su referencia a lo real. Se parte de lo real para luego abandonar cualquier ligazón con ello. El texto literario encuentra su justificación en sí mismo, es un texto al cual se acude por el texto mismo, más allá de la información que contenga y de su estructura lingüística. El texto no es leído porque pueda darnos información sobre la realidad. Si leemos un poemario como una crónica de las experiencias de su autor, no estamos recibiendo el texto como literatura, ya que nos mueven otros intereses que por estar más allá de lo que el texto pretende brindarnos no serán satisfechos. La intención del poeta no es ventilar su vida privada sino provocar en el lector una cierta empatía ya sea emocional o intelectual de modo que se produzca una interacción, una comunicación, un entendimiento. Potenciar la comunicación en tanto inter-acción dentro de los límites del discurso. Actuar - con.

*
El signo de arte reemplaza la presencia del enunciador y al hacerlo libera al enunciado del control que sobre éste puede tener quien lo emite, emancipa el sentido de aquél que profiere el texto. El sentido estará dado por aquél que reciba el texto. El arte se establece entonces como un espacio de libertad frente a lo real. Se deja la interpretación por la creación.

*
El signo de arte pone de manifiesto su carácter de artificio enmarcado en una convención, pero es a la vez él mismo una exploración de las posibilidades y límites expresivos del lenguaje. El lenguaje empieza a valer por sí solo, la escritura instaura un espacio de libertad - ya no está constreñida a la representación de lo real. La relación entre la palabra y lo real se muestra inarticulable debido a la naturaleza contradictoria de sus componentes: lo real en el plano de lo continuo y la palabra en el plano de lo discreto. La artificiosidad del signo se pone de manifiesto y con ello abre las puertas a la exploración de sus propias posibilidades y límites expresivos y de su capacidad activo-comunicativa. Se descarta al sentido como un elemento fijo y se reconoce su estatuto variable dependiendo de los receptores. El texto sólo existe en el lenguaje y con ello tiene su fundamento en la comunicación, una comunicación que no requiere de referencias a lo real sino únicamente la presencia de un interlocutor capaz de jugar el "juego del lenguaje" planteado por el texto.


2.

*
Yo lo que busco es crear sensaciones, provocar cuestionamientos, transmitir angustias, temores, momentos. Trabajo a partir de "temas" o "premisas", no de historias. Estas "premisas" o "temas" se organizan en fragmentos, por partes, de modo que el lector tenga que "armar" su sentido. En ese sentido me considero un compositor, un organizador de palabras. Mi oficio es el de componer, es decir, organizar el material verbal decidiendo cuánto se exhibe y cuánto se oculta, en función de invitar al lector a participar de un juego en el que él mismo tiene que llenar los vacíos. Establezco el diálogo como un juego en que el receptor tiene que participar. No se dice todo, el lector completa. Pero la obra misma tiene que provocar las preguntas que orientarán al lector hacia su desciframiento.

*
Busco nuevos modos de decir porque los modos de decir convencionales no son los más adecuados para establecer este tipo de juego.

*
Mi objetivo no es compartir mis anécdotas sino a partir de ellas establecer una comunicación, un contacto, provocar algo en el lector. Los efectos de mis obras no saldrán de lo que yo haya querido decir
sino de cómo mi obra haya logrado estimular al receptor. Veo mi obra como un estímulo, la obra no está terminada hasta que alguien la lee y completa su sentido. Es una obra "abierta", inconclusa.

*
El público de hoy está acostumbrado a recibir soluciones, salidas que aplaquen su angustia, que lo hagan sentir bien, pero yo no quiero un receptor pasivo sino uno que se involucre con lo dicho. no pretendo entretener ni agradar. El arte no tiene por qué ser fácil de digerir, y debe provocar procesos mentales y emocionales en el público. Quiero un receptor que deguste, que se detenga, que se cuestione. Un lector activo, que se haga preguntas y trate de contestarlas él mismo. Eso me causa ser un escritor un poco alejado de un gran público.

*
Yo creo que el arte debe mover al público, hacerlo sentir incómodo, provocar una reacción en él, despertar inquietudes pero no para que el lector vaya donde el poeta y le pregunte qué quiso decir con tal o cual poema, sino para que relea el poema, el conjunto del poemario, otros poemarios, y los relacione con su vida y su contexto para encontrar las respuestas allí, en su propio entorno y en él mismo, y no en un otro lugar. Si el poemario tiene un título en otro idioma, el lector ideal es el que tratará de averiguar qué idioma es y buscará el significado en un diccionario - el juego ha de ser parecido al de aquél que llena un crucigrama. Si el poema aparentemente no termina, el lector ideal tratará de preguntarse qué es lo que está haciendo el autor al cortar el poema allí o en todo caso tratará de imaginarse el final. Si el poema está con otro tipo, color o tamaño de letra el lector ideal tratará de imaginarse por qué. Habrán respuestas diferentes de acuerdo a cada lector, y eso estará bien, porque la respuesta que cada uno encuentra es la que vale, ¿a quién le importa en última instancia lo que quiera el autor? Lo importante es que el autor va a haber producido una obra que hará que el lector encuentre nuevas formas de acercarse a lo real y a sí mismo. Yo no leo a Dumas para saber de su vida, sino para entrar en un juego que me hará en última instancia conectarme con ciertas partes de mí con las que de otro modo no me conectaría. Lo importante es el texto y lo que provoca su contacto con el receptor, no el autor.

*
La función del arte es criticar y cuestionar el modo de pensar y de vivir de un grupo humano, hacerlo evidente para a partir de allí enfrentar sus contradicciones, resaltar lo que funciona y problematizar aquello que no está funcionando.