lunes, 7 de julio de 2008

VERDADES, SECRETOS Y MENTIRAS

Verdades, secretos y mentiras / Emilio Aguirre Portilla





Discutible o no, el panorama actual de nuestra poesía, es por encima de fructífero y de voces distintas, un asunto que acarrea controversias y polémicas. No son muchos los poetas vivos que los lectores estén dispuestos a aceptar como categóricos íconos de nuestro panorama poético actual. Fieles a nuestra idiosincrasia de informales y caóticos, nuestras valoraciones estéticas han estado algunas veces lejos de ser independientes y equilibrados, y más cerca a la soberbia y a un paternalismo extremo.

Son muchas las trincheras desde donde se puede disparar, desde los diarios -muy pocos es cierto, pero desde donde se rinde culto a las "viejas glorias" o a los amigos, y se mira con desdén a las voces jóvenes-, desde las revistas especializadas, desde los recitales y conversaciones entre grupos de amigos. Cualquier escenario es bueno para llevar a cabo esta guerra, en el que por absurdo que parezca, hay muchos "enemigos" que se enfrentan en esta batalla campal de vanidades.

La poesía, ese estado de gracia, pervive, más allá de todos estos asuntos que, por lo demás está siempre cubierto de eufemismos que rayan en la hipocresía. Donde el machismo vive agazapado, dándole por ejemplo a la poesía femenina ese encasillamiento implícito -a veces gratuitamente- del tema erótico corporal. Cuando debería olvidarse de esta taxonomía, y hablar de poesía sin ponerle etiquetas que ocultan viejos prejuicios.

Afortunadamente, nuestra poesía vive en constante movimiento donde las distintas voces son prueba contundente de la vitalidad de nuestras jóvenes generaciones. Son los jóvenes, como siempre, los llamados a segur navegando en esta Estigia de vanidades malsanas y deseos homicidas de callar toda naciente voz que surge en nuestro país. Nuestros críticos y lectores deben dejar el maniqueísmo, no existe buena o mala poesía, lo que hay es poesía sólo poesía, diferentes voces para distintos públicos. Y los que no quieran tomarlo así les espera ardua tarea para acallar todas nuestras voces.

Nada es más satisfactorio para el poeta como el darse a conocer, por lo que llegar a publicar es matar un poco el anonimato y dar vida a una voz. Cada nuevo libro de poesía es siempre un enigma. Un arca misterioso en el que podemos encontrar sueños y pesadillas que nos muestren lo que somos. Lo mejor que puede hacer un poeta es autopublicarse, una verdad de perogrullo es cierto, pero que se ha convertido en una fase obligatoria que hay que asumir; pues a la poesía se llega a veces luego de dejar lágrimas, sudor y sangre.

Alguna vez escuché al cineasta Armando Robles Godoy decir que los editores son en su mayoría sólo comerciantes de la cultura -lo que en mi opinión no tiene porque ser un demérito-, pero que, para un joven debutante lo mejor que podía hacer es prescindir de ellos, y lanzarse por sí mismo a la aventura de la publicación. Y tomando las palabras del periodista del diario El Comercio, Enrique Planas, hay que fomentar pymes culturales, ya que estas pequeñas empresas son las que salvan las voces de las nuevas generaciones; que ya lo saben todos es verdad pero hay que decirlo siempre.

Por lo demás el poder de la poesía hará lo que tenga que hacer, crecer a la sombra de los que tratan de matarla irradiar vigorosamente desde los lugares más comunes, porque ella no quiere templos ostentosos, ella quiere vivir en la calle para colgarse de nuestro cuello cuando nos vea pasar.