viernes, 25 de julio de 2008

EPISTVLA AD POETVNCVLVM: ARS POETICA NOVISSIMA

Epistvla Ad Poetvncvlvm: Ars Poetica Novissima [1] / Nemicus Patérculo




La estulticia, caro poetilla [2] , es grosera. Exhibir públicamente en ágora la carencia de un trato justo y amable con nuestros mayores resulta [ofensivo] no solo para quienes te oyen, sino más –y por ello este hecho resulta condenable­– para aquellos que deben padecer la vergüenza de saber que empeoras la comunidad [3] tanto como las letras. Por eso no pretendas damnificar los oídos de tus pares con ladridos sordos y no quieras no saber: comienza por ejercer la humildad en tus escritos y en tu trato con los demás.

Humildad, pues, aquella que nos hace saber nuestra imperfección tanto en las tareas más cotidianas (conseguir leche fresca, pulir bien las armas, criar buenos hijos y amar debidamente a la mujer) como en el ejercicio de las Letras; tarea esta que exige además de una dedicación casi vestal, un trato constante con el resto de los autores. Y aunque sabiéndote dotado para los hexámetros o para las estrofas glicónicas [4] no esperes hecatombes. No. Ni un poema épico debería llenar tu pecho de soberbia, ya que esta solo sería expresión de tu sencillez, la cual sucumbe ante los suspiros de las bellas tontas o de los simples que habrán de tenerte por héroe, siendo tan solo uno más de la legión de imitadores de Virgilio.

Aprende, entonces innoble poetilla, de Jorge Augusto Trujillo cuyo nombre es ya expresión de su doble origen: Jorge que quiere decir en lengua griega “pastor” y Augusto que en la nuestra es la del “Em­perador”, tanto como de su obra La ironía de la rama negra [5] . Un noble bucoliasta venido de la región de Turgala en Hispania que ha dado ala luz pública un delicioso manojo de poemas [6] , que, poetilla, para tu molesta e innecesaria vanidad, es cruda vacuna.

Los tiempos que vivió Jorge Augusto fueron duros y sangrientos: la vida era una cosa venida a menos y los políticos habían creado un clima de podredumbre en el gobierno de la ciudad y del pueblo, solo comparable al hedor de los mercados sirios en época de verano. Sin embargo, el poeta elige la esperanza y se aferra a esta desde un manejo impecable del verso. No, poetilla, no es la débil conciencia que tienes del verso en tanto línea o raya sobre un trozo de papel... no se trata de un poema que solo se diferencia de la prosa porque lo divides en rayitas... Jorge Augusto sabe, como sus antepasados, que el verso es la vuelta en la memoria del oyente y del lector de una serie de sonidos y cantidades7 , mas él no se conforma con repetir lo ya dicho sino que lo dice todo con un nuevo modo, inaudito al punto de la enajenación:


Misma noche y su degüello
y empedrado atado en lengua,
levísimo vuelto calzo
sin decir que a oído muerda.

(“Primer romance”, p. 15.)


Los hispanos, si es que no lo ignoras, tienen acento rudo para el latín; sin embargo, el divino Adriano bien ha celebrado la dulzura natural de su lengua nativa con entusiasmo. Pero los versos de Jorge Augusto quiebran esa dulzura y vuelven ajeno lo que se sabía natural, casi al punto de aliterar [8] todo lo que designa:


De aquel tu viejo hojaldre, mi Nesoe,
de atreve a saber sabores harto de
la sierpe que busco no saber;
solo por te cortar
inclino a bajas cadáver de saeta renga,
mi perfil desacertado
para instruir al frior del véspero
en el tañido del barro...

(“i”, p.25)


Podemos –y más debemos– reconocer en las palabras del poeta una lengua común, pero algo hay en sus construcciones, en el acomodo de las palabras en los versos y en las palabras mismas que nos hace pensar en otra realidad, acaso ignota. Jorge Augusto narra con velamen los aspectos más oscuros de su vida y de la historia de su familia; no se trata, pues, poetilla incauto, de un conglomerado de poemas escrito desde la adolescencia hasta el punto de madurez en que se da a conocer. Es un cuerpo trabajado en todas sus partes que no deja de lado la máxima del maestro de enseñar con deleite [9]: el autor se preocupa por construir un canto que a través de la experiencia personal conmueva al resto de su comunidad. Y tú, poetilla de tabernas, por qué no dejas de lado la soberbia de artista de gimnasio [10] y te dedicas a mejorar tus escritos. Descarta esos papelillos que atesoras desde la enseñanza primera [11] , por ser bochornosamente ingenuos, llenos de palabras manidas y expresiones como “Te espero sentada”, “la noche oscura de mi ser conflictivo”, “mi sexo aturdido por las drogas”, “escribo desde el infierno”, “estoy sola y soy una vagina herida” etcétera... Abandona la fácil y mediocre melancolía de mirar los jardines de inmundos villorrios suburbanos y tomar licores baratos para olvidar tu sencilla materia. Apura tu ansia de aprender y no temas en descartar los cuerpos mutilados, las lágrimas acumuladas y las torpes menciones de mitos que demandan un mejor trato que lo evidente: Aquiles patizambo luego del venablo, Edipo ciego, Áyax furioso y Prometeos encadenados. Imagina Prometeos ornitófilos [12] , Dédalos pederastas, pastores zoofílicos (muy verosímiles, por cierto) y Afroditas misóginas... no caigas en el calco insufrible del inexperto que resalta algo tan evidente como la fealdad de la Gorgona o la sed de venganza de una ilusa Ariadna.

De esta manera, impresionable poetilla, llego a la certeza de que Jorge Augusto, a diferencia de ti, no es un lugar común [13]. Se aleja él de los referentes comunes sin llegar a renegar del todo de su lengua y de su tradición: trabaja su lengua desde las mismas raíces de los vocablos, así como forja un legado auténtico de referentes poéticos conformadopor una variada selección de autores. Y no creas, imberbe versador, que Jorge Augusto tan solo glosa a Séneca o que remeda con su acento propio hispano los versos celtas de Federicus Rohner [14] ; él trabaja sobre un legado y no para un legado...


Rehágome ciego en preñez de erizo,
criaturar de seso y sien cocido a rabo,
mira en sutura vuelta
presta para el no vero carnífice,
oscilar a ser lo sido y tras sí
el soplo a perecer en su cortejo
al ciervo muerto.

(“vi”, p. 35)


Verbos hechos nombres (con sus respectivos derivados como “sido”), adverbios mutados de dialectos conocidos y palabras propias del saber clásico, como carnífice... ¿Quién es el falso (no vero) carnífice del ciervo ya muerto? Posiblemente ese asesino sea el mismo que ha aniquilado favorablemente los usos conocidos del lenguaje en este poema...Y es justamente por el conocimiento que Jorge Augusto tiene de sus mayores y pares que puede crear algo distinto y en tal medida auténtico. No esperes, infatigable derrochador de papiros y pergaminos, crear de la nada un canto digno de las mejores fiestas. Quieres pintar sin tintes y cocinar sin nobles carnes, por lo que terminas ensuciando los murales con el barro de tu torpeza e hirviendo un par de piedras simulando cocido. Busca en primer lugar material para trabajar, y eso no solo se consigue en las conversaciones de media mañana, sino como lo hizo Jorge Augusto: en arduos escrutinios de bibliotecas de la mano de un buen vivir sin rencores y envidias. Lee, la letra es para eso, no para adornar salones y divertir a los comensales. Y si te acusan de ser prisionero de las bibliotecas, regocíjate pues la inmundicia de quien grita su ignorancia es como el ladrido del perro que se impone con fuerza bruta al rigor de la razón. Y a los perros se les calla lanzándoles un hueso en el hocico...

Elige, pues, un tema como en el caso de los poemas de Trujillo lo es el de la familia, sobre todo con menciones tan entrañables para el caso de la madre:


Cuanto oído he de vieja
madre ahora lo desguardo,
cuanto ruede ha sido en frente
nuda ahora esme espanto,
cuanta sangre hube de ignore
sépame ahora por reclamo...

(“Cero”, p. 19)


La actitud agresiva del poeta, como puedes apreciar –si puedes—, lo lleva al punto de criticar la figura materna. Es, en cierta medida, un Orestes matricida que con vocablos propios del uso común de su tiempo, que ya suenan cada vez más inusuales por los giros gramaticales y las torsiones dialectales, logra imponer su voluntad a la de la tradición familiar, acaso política, que lo acoge.

Y lo más importante que debes recordar, débil humanidad que deshonra las Letras, es que el reconocimiento (la fama) no es un bien en sí mismo: no quieras estar en boca de todos por decir idioteces como “la poesía no existe”, “nadie escribe mejor que yo” o “la poesía es un des­garro” (o peor aún, una patada...). Sé valiente y acaba con tu vida con una daga si es que has de vivir bajo el signo injurioso de la ignorancia adquirida. Trabaja dignamente en lo que sea, pero no hagas de la literatura tu oficio: no merezcas sucios mendrugos a cambio de un poemita erótico, ni quieras ser aplaudido por los mediocres comerciantes del mundo del espectáculo a cambio de un manojo de soecidades, mal maquillado con torpe retórica y lamentables versos horrísonos imposibles para la recitación. Y sobre todo, evita la tristísima condición de aquellos que se conforman con suscitar la atención del pueblo solo porque ladra necedades en desmedro de sus pares, siendo, a común entender de la ciudadanía, un magro autodidacto que pretende escaños y laureles reservados a los poetas con talento forjado. No llegues al extremo de vender tus poemas en la plaza pública ni de hacer ridículas poses en la calle con fuego y otras gracias de mercado que solo con­siguen enturbiar tu imagen. Que el poeta rime (y si es malo, entonces gime) y que el filólogo discrimine.

Imita a Jorge Augusto, quien sin ser noble o notable jurista, vive justamente amado por sus amigos, su familia y su gentil y sapiente señora. Lee, como él, letras pasadas y presentes con igual vehemencia para que puedas forjar los días venideros de la Literatura; ¿de lo con­trario, cómo pretendes renovar el estilo y, en el mejor de los casos, mejorarlo? ¿Puede un pintor serlo sin modelos, sin un legado y, para ser claro a tu estolidez, podrá serlo sin pinturas y tintes necesarios? Tu deber es conocer el idioma mejor que nadie, y para ello debes saber qué hicieron antes que tú otros poetas para no ser un eco más. Lee libros que sigan la senda de La ironía de la rama negra, senda oscura que recorre los vedados rincones de la lengua para transmutarla en una realidad cada vez más viva, con conocimiento de causa.



Finalmente diré con rigor, impureza gramatical encarnada en joven, que de nada te servirá hacer públicos tus versos en edad tierna, edad de tímidos bigotes y asustadizas barbas de fantasía. No compitas contra el inexorable tiempo, deja que este madure tu materia como a los higos: son, pues, como debes saber, más tiernos y melados aquellos maduros y obscuros que cayeron naturalmente de la rama, acaso negra, sin ser apresurados por la inexperta y hambrienta mano del usurpador. Si eres joven dedícate a leer, a jugar y perder la virginidad de la mejor manera; deja los actos públicos para el futuro, cuando ya maduro, puedas asumir el peso de tus palabras con estoicismo.

Recuerda, así, estos versos de Jorge Augusto que bien podrán guiarte en tu duro recorrido, si es que para cuando termines de leer estas palabras no has desistido ya o, en el peor de los casos, me buscas furioso con una piedra en la mano que pueda vindicarte (o una antorchita para quemarme)... pero recuerda que yo, tu servidor, solo soy un lector más que se resiste a la pasividad y que tú eres quien carga el peso de la palabra huera o sólida, memorable o deleznable...


Anda hacia pie en su menor e inversa
en arrear multiplicares de suyo braceo;
habríase de cincelar la ligadura
mas preténdeme en granito
ella cocción de lo entre mío
aun me siendo más que parle
y escondrijo acaecido para parra...

(“xii”, p.47)



Texto traducido y fijado por Elio Vélez Marquina





[1] El presente texto, además de ser un comentario detallado del libro del poeta Iorge ex Turgalica, también conocido en algunos códices vaticanos como “Turgala”, tuvo la pretensión de ser una ars poetica para los poetas de su tiempo. Si bien la fecha es incierta se le puede ubicar en el lapso comprendido entre la segunda mitad del siglo II d.C. y fines del siglo III d.C. Con el título de “Epístola al poetilla” fue publicado este documento en la revista Studia Heretica Año 6, agosto de 1966. La traducción aquí vertida se realizó desde la copia conservada en el Archivo Particular de J. W. R. en el Castillo de Sanctangelo en Zaragoza. El impreso original se conserva en un volumen de factura moderna que recoge, además, el Spejo de la vida humana de Rodericus. Sobre el autor Nemicus Patérculo es poco lo que se sabe: vinculado a una prestigiosa gens emparentada con la Calpurnia vivió una vida sosegada dedicada a la docencia y a la cocina. Su Logos Gastrermargía (‘Estudio de la glotonería’) ha sido visto como el antecedente del tratado culinario de Caius Apicius, por ejemplo.

[2] El “poetilla” de la epístola no es más que una personificación de los poetas que durante la Época Imperial arremetían contra los lectores sin misericordia.

[3] El original dice civitas; es decir, la comunidad humana de la vrbs, de la ciudad.

[4] Formas métricas más que prestigiosas de las letras latinas imperiales, que hoy por hoy, equivalen a escupir simples endecasílabos o populares octosílabos a un poeta que cree que el verso es una raya, una línea de letras en la hoja en blanco.

[5] El título original de la obra es Carminæ ex ironia rami nigeri. Tanto la traducción del título como la castellanización temprana del nombre latino del poeta fueron hechas por Sor María del Carmen de Vilela y Torres en 1617. La traducción manuscrita de la monja se conserva en el archivo de El Escorial. Existe una edición moderna de la obra de Trujillo que forma parte de la Serie de la Salamandra (PUCP); la cual reproduce la bellísima traducción de la monja. Cito según la ya mencionada traducción de Sor María del Carmen, cuyo conocimiento de diversas lenguas romances pudo semejar el uso del latín, griego, persa y demás lenguas que el poeta mezcla indiscriminadamente.

[6] Poemata trae el original, tal y como el contexto imperial lo demandó en su tiempo.

[7] Traduzco “cantidades” por nummeri.

[8] El original trae la voz griega onotopoiia [onomatopeya], que designa los vocablos que, supuestamente, imitan los sonidos de las realidades extralingüísticas. Sin embargo, dichas realidades extralingüísticas en la poesía de Trujillo no se corresponden necesariamente con objetos físicos, antes bien lo hacen con conceptos. Por tal motivo es preferible hablar de aliteraciones.

[9] Se trata de la máxima horaciana de docere delactare.

[10] Mutatis mutandi se puede afirmar que la expresión equivale hoy en día a “poeta universitario”, aunque son peores los que publican en revistas y periódicos de moda.

[11] Acaso “educación secundaria” en nuestro sistema educativo.

[12] Ad litteram ‘Prometeo amante de las aves’.

[13] Traduzco la expresión topica poetica por “lugar común” en lugar de tópicos.

[14] Se conserva de este autor un conjunto de Carminæ. La editorial Corza frágil, publicó hace unos años una excelente traducción del mismo.



[fuente: Hueso Húmero 45, diciembre 2004]